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miércoles, 20 de junio de 2012

Sobre el origen de una obra teatral


De una entrevista a Roberto Cossa

El surgimiento de las obras no es igual, pero digamos, la mayoría surgen de una imagen y una situación. Generalmente dos personajes se enfrentan por algo, como es en el teatro, un conflicto o choque o enfrentamiento. Entonces, generalmente empieza así y suele pasar que es una imagen que va quedando. Yo no me siento a escribirla de inmediato. Generalmente la dejo, y cuando veo que vuelve, obsesivamente, que vuelve, la empiezo a desarrollar un poco en la cabeza y un día me siento a escribir esa situación. Y después tengo que empezar a inventar el por qué de esa situación, cómo sigue y cuáles son los antecedentes de esa situación.
Hubo obras que las escribí bastante de corrido, como ’Yepeto’. Obras que las dejé un tiempo largo y las retomé. Ahora estoy con una obra que ya tengo hace más de un año en la cabeza, un par de situaciones, la tengo ahí. Seguramente va a aparecer porque insisto. Llegué a escribir algo y no me gustó. Generalmente, los primeros borradores suelen ser muy superficiales, muy fáciles y después empiezo a entender que en esa situación hay cosas más hondas. Para eso me conviene dejar que el tiempo pase.
La partitura del teatro tiene algo de partitura musical. Hay una especie de sonido de la palabra. No sólo valor o belleza, sonido de la palabra. La obra tiene una especie de ritmo. Y ese ritmo… en esta última obra yo tenía los tres bocadillos iniciales que se reiteraban y se reiteraban. Eran un padre y un hijo, pero de entrada cuando uno los veía, suponiendo que hubiese sido el comienzo de la obra, no se veía que eran un padre y un hijo. Y los tres bocadillos eran: "¿Tres meses?", preguntaba el joven. El padre decía: "Así dijeron los médicos". Y el hijo decía: "Los médicos a veces se equivocan".
Esa situación de un padre enfermo… aunque no sabemos todavía que son un padre y un hijo… y eso impone un ritmo. Después el padre no es hijo, es hija, por motivos que van apareciendo. Y tampoco empieza así la obra. Pero hay como una música.
A mí me gusta la música clásica. Y es un poco como veo que en la Novena Sinfonía de Beethoven entra el tema y después desaparece, para volver y se consagra al final, explota el tema como en toda sinfonía, como en toda orquesta. Y algo de la partitura teatral tiene un poco de eso.

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