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domingo, 5 de mayo de 2013

Mito Guaraní: El origen del fuego


Dicen que dicen...

...que hace mucho, pero mucho tiempo, los buitres eran los únicos poseedores del fuego.

   Ellos eran los únicos dueños y solamente ellos podían cocinar los alimentos.

   Cierta vez, un sapo habló con el dios Tupá y entre los dos planearon quitarle a los buitres tan preciado bien, para  obsequiárselo a los hombres.

   Tupá interrogó al sapo, preguntándole si él lo ayudaría obtener el fuego.

-Si tu me ayudas  yo acepto el desafío - dijo el sapo, y entre los dos planearon tan difícil cometido.

   Tupá dijo que él se tiraría al suelo y se haría pasar por muerto. Y así lo hizo.

   Allí estaba Tupá desparramado por el piso haciéndose el muerto, mientras el sapo esperaba ahí cerquita, escondido detrás de los matorrales.

   No pasó mucho tiempo que aparecieron los buitres, aparecieron de repente, desplegadas sus alas y dando giros desafiantes en el aire. Venían en busca del muerto.

   Los bicharracos encendieron el fuego, un fuego grande, crepitante y amenazador.

   Luego, sobre el gran fuego acarrearon ramas con sus picos que comenzaron a arder con fuerza y fueron rodeando el supuesto cadáver. El fuego tomaba cada vez más fuerza hasta convertirse en brazas, con las cuales planeaban cocinar el alimento.

   Al poco rato, cuando las brazas eran suficientes, en un descuido de los pajarracos, Tupá pateó con fuerza los leños y éstos dejaron volar cientos de chispas hacia donde se encontraba el sapo, sin embargo, el pequeño batracio le hizo señas a Tupá, haciéndole saber que había sido incapaz de alcanzar alguna.

   Otra vez Tupá debió esperar el momento propicio, ya que los buitres poseían el poder mientras fuesen los únicos dueños.

   El dios Tupá, en otra distracción de los buitres volvió a patear los abrazantes leños encendidos, pero esta vez con mucha más fuerza, haciendo llegar algunas brazas hasta los yuyales que albergaban al sapo; éste a pesar del calor que sintió tomó la braza en su boca, se la tragó y huyó con ella, tan rápido como pudo lo más lejos posible.

   Cuando el sapo se supo lejos de los buitres, escupió la braza sobre el hueco de un tronco seco, que en instantes comenzó a arder.

   Enterados los buitres que ya no eran los únicos poseedores del fuego, intentaron huir, pero Tupá condenó el egoísmo de los pajarracos convirtiéndolos en aves carroñeras para siempre y les quitó todo el poder que poseían.

   Tupá y el sapo llegaron hasta los hombres y con infinita paciencia les enseñaron el secreto del fuego y como hacer un pequeño hueco en las maderas blandas, y a frotar con un palo la madera hasta hacerla encender.

   Fue así como los hombres conocieron el fuego.