El sol y el viento, para mover al país y a Córdoba
Si la política y la economía lo quisieran, el mundo podría moverse con la potencia de los vientos y el sol. Un ejemplo ilustrativo es el cálculo de Land Art Generator Initiative. Estimó que se necesitaría llenar con paneles solares 496 mil kilómetros cuadrados de la superficie terrestre (apenas el 0,33% del suelo planetario) para cubrir la demanda energética prevista para 2030.
‘Un cuarto de esa infraestructura debería instalarse en el desierto del Sahara, donde la radiación solar es altísima. Esos poco más de 100 mil kilómetros cuadrados de paneles serían suficientes para alimentar a Europa y al norte de África.
El potencial de las energías renovables en Argentina es enorme. El 70 por ciento del territorio nacional es apto para la implementación de proyectos eólicos.
Durante al menos cinco meses al año hay condiciones óptimas para emprendimientos de energía solar en casi todo el país.
La Patagonia es la capital mundial del viento, y en el noroeste argentino la potencia del sol es arrasadora. A pesar de que no está en ninguna de estas dos regiones, Córdoba tiene lugares muy buenos para aprovechar este recurso.
Ezequiel Leiva y Ramiro Rodríguez, investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba, calcularon que un parque eólico de 1.600 kilómetros cuadrados (tres veces el departamento Capital) en la zona de Achiras cubriría la demanda energética del sector de transporte de Córdoba.
Lo que ocurre es que el sol y los vientos no están siempre. Se necesita almacenar y distribuir esa energía producida. Leiva y Rodríguez piensan en una economía del hidrógeno. Este elemento puede usarse como un vector energético, porque es una sustancia capaz de almacenar energía para poder liberarla en forma controlada.
Entonces, con el viento se podría producir hidrógeno a partir del agua. Y este gas podría distribuirse en estaciones de servicio, como en la actualidad ocurre con el GNC.
De hecho, estos vehículos necesitarían sólo una pequeña adaptación para funcionar con hidrógeno. Las ventajas son tan infinitas como lo son y serán los vientos patagónicos.
Por extraordinario que parezca, la ciencia ha demostrado que esto es posible. Claro, si la política y la economía lo quisieran.
Si la política y la economía lo quisieran, el mundo podría moverse con la potencia de los vientos y el sol. Un ejemplo ilustrativo es el cálculo de Land Art Generator Initiative. Estimó que se necesitaría llenar con paneles solares 496 mil kilómetros cuadrados de la superficie terrestre (apenas el 0,33% del suelo planetario) para cubrir la demanda energética prevista para 2030.
‘Un cuarto de esa infraestructura debería instalarse en el desierto del Sahara, donde la radiación solar es altísima. Esos poco más de 100 mil kilómetros cuadrados de paneles serían suficientes para alimentar a Europa y al norte de África.
El potencial de las energías renovables en Argentina es enorme. El 70 por ciento del territorio nacional es apto para la implementación de proyectos eólicos.
Durante al menos cinco meses al año hay condiciones óptimas para emprendimientos de energía solar en casi todo el país.
La Patagonia es la capital mundial del viento, y en el noroeste argentino la potencia del sol es arrasadora. A pesar de que no está en ninguna de estas dos regiones, Córdoba tiene lugares muy buenos para aprovechar este recurso.
Ezequiel Leiva y Ramiro Rodríguez, investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba, calcularon que un parque eólico de 1.600 kilómetros cuadrados (tres veces el departamento Capital) en la zona de Achiras cubriría la demanda energética del sector de transporte de Córdoba.
Lo que ocurre es que el sol y los vientos no están siempre. Se necesita almacenar y distribuir esa energía producida. Leiva y Rodríguez piensan en una economía del hidrógeno. Este elemento puede usarse como un vector energético, porque es una sustancia capaz de almacenar energía para poder liberarla en forma controlada.
Entonces, con el viento se podría producir hidrógeno a partir del agua. Y este gas podría distribuirse en estaciones de servicio, como en la actualidad ocurre con el GNC.
De hecho, estos vehículos necesitarían sólo una pequeña adaptación para funcionar con hidrógeno. Las ventajas son tan infinitas como lo son y serán los vientos patagónicos.
Por extraordinario que parezca, la ciencia ha demostrado que esto es posible. Claro, si la política y la economía lo quisieran.
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